No se trata de victimización, sino de expulsar un peso
que llevo dentro, puesto que siento mucho el cómo mientras intentó abrir la
puerta, ya yo estaba fuera por la ventana. No deseaba quedarme encerrada en las
cuatro paredes de lo que fue la peor decisión de mi vida. Mientras se llevaba
sus pertenencias, yo abrazaba su camisa, el gancho pillado entre mis piernas y
la progenitora amarrada entre el cálido antebrazo de Morfeo; sus dulces
palabras susurrando que se quedara junto a él unos minutos más en lo que mi
llanto cesaba.
Tiempo después tocaba la puerta nuevamente, como era
de costumbre, como era la rutina, pero ya la advertencia estaba en el aire y
luego de setecientas treinta y una amanecidas, mis labios partieron
verticalmente con la palabra “no” mezclándose entre el estrecho aire. Era
redundante el ofrecer una razón y entiendo que fue injusto el continuar
abriendo y permitiendo constantemente el que sus pasos se marcaran por mi
alcoba. Yo nunca fui la villana, no era mi intención, ni mi promesa el hacer la
vida de cuadros a alguien a quien mi corazón entregué genuinamente,
convirtiéndome, sin embargo, en una sumisa e ignorante que, por no herir a
nadie, la pisotearon sin aviso, escupiendo en el rostro todo aquello que no era
verídico y que fue aceptado con tal de no renunciar a mis valores ni
principios. Siempre anduve con la idea de que mi corazón fuera enmendado,
sutilmente tejido de vuelta porque lo único que deseaba era un final feliz.
La realidad es que nunca pensé que una vez cerrara la
puerta, me tocaría entonces hacerlo a mi sola, buscando alguna instrucción de
como sostener la aguja y traspasar el hilo por su apertura. Por eso admito que
en varias ocasiones me encontré con mis yemas rozando la manija hasta que
eventualmente opté por buscar una salida alterna.
Me hirieron varios motivos, inicialmente porque él
nunca supo demostrar que mis acciones eran suficientes y que no se veía
obligado a repartir caricias indecentes a por doquier, a recoger margaritas del
campo vecino, haciendo y deshaciendo todo eso que no hacía por mí. Entonces
entendí que nadie hace lo que no quiere y que uno da la milla adicional por
personas que según ellos valían la pena. No era yo, solo no era su persona
indicada. No comprendía por qué si yo había dejado la llave de mi alma en la
palma de su mano, no combatió millones de guerras por ver mis variadas
sonrisas. La respuesta era: porque simplemente no quería. Lo tuve que aceptar,
en especial cuando me comencé a sentir conforme en mi soledad y comencé a notar
todas las cosas que susurraban a mis espaldas. No debí haber perdido mi tiempo
desde el primer choque galáctico que hiso consecuentemente que se derrumbara mi
mundo. Basado en eso aprendí a desconfiar en todo lo que tenía que ofrecer.
Todo esto me llena de rabia, quizás por la lucha
interna que cargo hace año y medio desde que cerré la puerta. Múltiples puntos
estiré sobre mi mesa: el cómo ser una repugnante Marimar me había llevado a
nada, como darlo todo no era nada y como ser nada me lleva a nada. Mas aun
cuando sentía que por querer moverme hacia adelante con mi vida me era casi
imposible. Yo lo único que deseaba era estar con ella, sus cachetes rosados y
dientes de leche que me ofrecían toda la libertad. Sus pequeños ojos verdes me
aseguraban que todo está bien y que todo valía la pena. Pobre de mí encanto,
que era utilizada y reutilizada para mortificarme, amenazarme con nuestra
separación infinita porque no sabían comprender que yo necesitaba que todo se
acabara. Que, por remordimiento, por celos y egoísmo, no se me permitía hacerlo
todo.
Él era la persona más vil de planeta, dado a que por
eso decidí no ir tras él, porque al yo inhalar y exhalar por primera vez
después de tener su brazo marcado entre mis amígdalas, pude notar que a quien
yo amaba, no era quien yo pensaba que era. La decepción nubló mi vista más
rápido que cuando estaba en el trance de sus caricias. Era imperdonable en todo
lo que mi ser transformó en cascadas que se desbordaban más allá del río.
Entonces, ¿Por qué me molestaba tanto? Simplemente porque lo encontraba
injusto, inexplicable, e incoherente como ser bueno no te lleva a nada. La vida
no era un bumerán en donde uno recibía lo que uno daba, dado a que, si fuera
así, la inclinación de este conjunto de palabras fuera demasiado diferente. Sin
contar como me había tenido que morder los labios con tal de no crear conflicto
alguno, con tal de obtener un aura de tranquilidad.
He aprendido ha mantenerme en paz y amar cada línea, punto y curva de piel
para poder arriesgarme a querer vivir mas allá de la tormenta. Su partida fue
la mas dolida de mi vida, mucho mas profundo ardor que descubrir cosas que no
podría redactar aquí, pero esto no significa que he de amarle otra vez. Sus
palabras fueron punzantes y sus acciones fueron imperdonables. Uno se puede
caer múltiples veces hasta descubrir donde esta situada la grieta del suelo. Y
sobre todas las cosas le deseo la mayor felicidad del mundo, pero lejos de mi
alma. Lejos de como luego de tanto tiempo y tanto amor propio, he descubierto
que prefiero ser la mujer indicada para mí. Eso es suficiente.