Friday, May 8, 2020

20 de septiembre

te releo, porque quiero,
llámale masoquismo o incredulidad.
vuelvo a ese 20 de septiembre,
el cuál a veces digo que no siento,
pero sabemos que no es verdad.
no paro de escribir sobre ello,
ni vocalizarlo.
la gente se sigue moviendo,
y yo me quedo en el mismo lugar.
lleno de gente que no quiere nada serio,
lleno de hombres que solo buscan lo carnal,
que son muy perfeccionistas,
que les encanta la rumba,
pero no ir a desayunar.
me siento tan desquerida,
comparándome con modelos de instagram,
tratando de encajar en la monotonía,
en un noventa, sesenta, noventa,
y lo que la sociedad cree que es perfección,
pero es que siempre se me olvida que yo no soy perfecta.
soy torpe, nerviosa, cicatrizada, rellena,
demasiado enamorada y demasiado sola.
trato de cambiar el cannabis, por el vino,
por un perro de servicio, por una xanax,
por un té, por un amigo, por un cuchillo…. 
ya este mundo me queda demasiado grande,
 y yo no sé para donde andar.
ya este mundo tiene mucho peso,
que mis hombros no pueden aguantar.

Hoyo

Es un hoyo profundo sin final. Se siente estrecho…eterno. Mi cuerpo se alarga entre el y gana un peso insuperable, cada vez mas presente a mis intentos de movimiento. Las paredes del hoyo son negras y mi alma se convierte en polvo que estorba. El tipo de polvo que molesta en la garganta, que frota entre la córnea y que entorpece la piel con su incomodidad. Mi esencia es cuestionada y cada vez me comprimen esas paredes, firmes e insistentes. El hoyo luego se llena de agua. De alguna forma el líquido encuentra su final.
Cuando me toca por primera vez es helada. Rápido recorre mi piel hasta alcanzar mi nariz y es justo ahí cuando tengo que girar mi mirada hacia arriba mientras decido cuánto me queda para respirar.

¿Me sumerjo entre la oscuridad indefinida? Siento que quiero. Siento que puedo. A veces siento que el agua sube hasta el techo, y baja constantemente.

A veces siento que el hoyo me ha halado por completo y dejo de existir. Mis manos temblorosas, mi pecho comienza a moverse involuntariamente, la lengua se traba, lágrimas caen y no puedo pensar.

Nada me hace sentido y una necesidad de buscar aire se apodera. No lo consigo. No localizo el ritmo de mis latidos. Quiero que se detenga. La única forma que lo había podido hacer antes era deslizando el filo contra mi decadencia.