VII.
te
llené de exigencias vacantes,
por
negarme a ver tu realidad,
de
esa mujer madrugadora,
que
se tenía que empolvar de falta de tiempo,
de
camino a su ocho a cuatro.
esa
mujer,
que
se levantaba a las cinco,
para
darnos de comer.
esa
mujer,
que
llegaba después de las cinco,
y
perdía nuestro crecer.
te
llené de exigencias sin contenido,
disfrazados
de ira,
que
no comprendía en reclamos,
pero
había escuela,
había
plato en mesa,
tiempo
y con que para jugar demás.
te
veía en tiempos a medias,
te
llene de exigencias entre quincenas,
por
tu repetida ausencia,
que
no comprendía hasta que me tocó,
soltar
tu mano,
y
hacia mi vida encaminarme.
solté
tu mano para,
coger
una que ahora me dice: mamá,
a
quien dedico mis desvelos,
a
quien dedico mis hambres y ajoros.
ahora
comprendo,
que
eran mis propias manos las que entrelazaban en el cuello,
y que
no estabas por no estar.
tu
ausencia me permitió no carecer,
ni
padecer,
me
dio mucho más que lo que hoy aprecio,
ojalá
algún día sus ojitos exigentes puedan entender,
que
lo que yo lloro en silencio,
es por ella y solo ella.