Y
luego de varios años, nos compraremos un caballo magistral con un cuerno de
adorno para viajar entre los celestes. Hacia otro mundo. Otro mundo en donde
las nubes son de mantecado y la luna, una cereza. En dicho mundo no se le
permite acceso al problema. Posiblemente encontremos una fuente de alcohol pero
solo para ocasiones necesarias. Existirán cuicas que nos recordarán a nuestra
infancia perdida y cofres bajo tierra que enmarcarán cada uno de los recuerdos
más bonitos de nuestras vidas. Justamente al final de este otro mundo, estará
nuestro hogar. Nuestra casita echa de madera, preferiblemente color blanca para
traer esperanza y paz. Habrá una neverita repleta de Nutella y unas lacenas
llenas de pique y café que nos servirán para deleitar nuestros paladares
mientras los domingos por la tarde reflexionemos acerca de la razón por la cual
nos mudamos de mundo.
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