Monday, May 13, 2019

La reunión de las serpientes

La noche era partícipe de su encuentro. La luna nunca había estado tan perfecta, a pesar de estar oculta entre la neblina.

Entre las ventanas transparentes de un local de la ciudad, las lluvias primerizas que prometían la bendición, caían, alejándolas de la cotidianidad que las sumergía en el aburrimiento. Es por ello que las cinco serpientes se pusieron de acuerdo para participar de sorbos de agua pesada y charlas entre lenguas, de esas que erizan su piel, ya de por si escamosa.

Era necesario endurecer su exterior, para minimizar la molestia de los acuchillados que se daban entre espalda por su simple hipocresía. Sus cabellos con tonos similares a los rayos del sol, pero con miradas más oscuras que el mismísimo abismo.

Fueron una a una, deslizándose entre las butacas, ya con copa en mano, brindando por lo que las unía. Si es que algo podría unir a cinco seres tan independientes. Sus sorbos entre sorbetos, para que no desvaneciera el color del labio (con cuidado de no atorarse entre los colmillos delanteros). Entre rondas incontrolables, la coherencia y la adjudicada finura abandonarían la mesa, invitando la torpeza y un reflejo de su verdadera identidad. Solo una de ellas, no tan arpía, de vez en cuando vertía su mirada, presionando su boca, como queriendo controlar su consciencia.

Como era de costumbre, su falta de similitud, las llevaba a tornar sus conversaciones. Sus temas de conversación de volvían monótonos e inservibles.

Entre el:  << ¿Cómo estás? Bien, ¿y tú? Bien>>, las dejaba en un limbo auto dominado por querer aparentar su fallida amistad.

No compartían más allá de su rutina, y sin encontrar comodidad entre ella, siempre pasaban a esparcir su veneno, rápido y pesado, sin temor a quien lo pudiese capturar.

El veneno, con figura deforme, balseaba entre ellas, con movimientos bruscos y cortos. Al ritmo de sus palabras, danzaba, jugaba, se elevaba entre las cinco lenguas largas y filosas. Terminaba en su mismo fin, luego de ser jamaqueado entre su espacio, el veneno queda plasmado sin movilidad absoluta.

Las cinco serpientes se miraban entre sí. Entre ellas la duda pertinente de quien era la que llevaba el resto. Competían entre escotes y perfumes para ver quien dirigía las reuniones subsiguientes. En dónde no tenían temas verdaderos, ni atributos interesantes. Solo eran cinco pendejas que no tenían nada en común, sino un chisme poco alarmante. A quienes te besarían la mejilla, para que pronto fueras la victima de su próxima reunión bajo los efectos de un trago barato. 

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