Algo indigno de aceptar, pero hay que aceptar.
¿Dónde quedan esos recuerdos si al final quedan
cancelados?
¿Cuál, entonces, es el sentido de amar?
¿Dónde quedan las paveras espontáneas?
¿Dónde quedan las caricias a medias?
Por eso somos claros al crearle una coraza a nuestra
existencia.
Para que no procedan a amortiguarnos.
Si a fin de
cuenta, ¿en dónde queda la lección de vida que no servirá de nada?
Más que para proteger y sobreproteger nuestro sentir
de los viles recuerdos,
y las temerosas
memorias que quieran construir sobre nuestra existencia.
¿En dónde quedan las promesas de media noche,
de charlas de carros en estacionamientos,
y palabras entre miradas enamoradas?
A fin de cuenta
solo son palabras.
El amor se convierte en irritación.
En la falta de deseo y de empatía.
Los recuerdos son recuerdos.
¿Cuál, entonces, es el sentido de amar?
¿Cuál es el sentido de entregarse?
Si cuando se acaba, la ilusión desvanece, las noches
son más largas,
La calle está demasiado llena, el agua demasiado espesa,
El ruido más potente y el vació más distante.
Y en el caes. Flotando entre el espacio abismal.
Esos ojos reconocidos, esas que te devuelven la mirada
a diario,
Te hacen entender:
Que en la vida todo el mundo es indispensable,
¿Cuál, entonces, es el sentido de amar?