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Tuesday, September 17, 2019

El café se volvió amargo



De un tiempo para acá y con varios intentos fallidos, descubrí que no todo el café era digno de probarse. Todo depende del gusto y yo, tendía a ser especifica con el mío: término medio, una cucharada y media de azúcar. Por alguna razón a no todos le quedaba igual. Inclusive mi madre, que utilizaba el mismo café, la misma leche y el mismo azúcar que yo, siempre resultaba diferente en sabor al que yo misma me preparaba.

Evidentemente. No todos eran iguales.

Recuerdo que cuando lo conocí, meses luego de nuestro primer beso, y dos meses dentro de una relación, fuimos a su hogar. Él se encontraba en la cocina, preparándome un café, frustrándose porque quería que todo fuera perfecto. Con una probada entre mis labios, había jurado que era el segundo mejor café de mi vida. Eso fue hace once meses específicamente. Por circunstancias de la vida, el sabor del mismo se volvió amargo. No lográbamos definir el porqué. Si era falta de detalle o ignorancia del detalle existente y fueron arduos meses de sentir entre las glándulas salivares una tos atascarse por el raro toque de grano molido y hervido.

No fue hasta que la ausencia de una taza, que me hiso entender eso que dicen de “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”. En efecto, nunca había deseado tanto algo en la madrugada. Habíamos descuidado nuestros sentires hundiéndonos entre los amaneceres y atardeceres; no nos dedicábamos a amar—nunca fuimos de dejarle saber a todos cuan grande era ese sentimiento para ambos. Por ende, me toca llorar en silencio, porque no me daba cuenta de que lo que nos llevó al borde, en parte fue por quejarme de como serían las cosas en vez de apreciar las que realmente tenía.

¿Seria capaz él de ceder una nueva oportunidad? Al malentendido, a la interpretación, a la sutilidad del entendimiento, a la aventura, a los errores, a la cordura entre palabras, y yo sigo aquí sin entender como mejorar dentro de mi imperfección porque yo no me debo disculpar de ser humana. Solo me disculpo de no haberme dado cuenta que tan insensible pude haber sido por no abrir los ojos antes y ver todo lo que me decía que yo hacía, entre lágrimas. Fui irremediablemente ciega. Y juro ceder. Juro enmendar. Juro quebrantar esas partes indeseables de mi frágil existencia.

Porque mi amor, mi deseo por probar entre lenguas la dulce y espesa finura de su taza de intento y dedicación. Que por mas fuera de lo regular fuese, sigue siendo una taza existente. Una taza presente que nunca dejo de estar, mucho menos cuando yo más la necesitaba.

Tuesday, April 2, 2013

Esa irremediable idea del amor


Cuando no sabes que pensar y tu corazón cae al suelo a causa de mil ignorancias. Tu viento no es el mismo, tu cielo es distinto. Sientes un vacío en el estómago, algo te lo tuerce y se lo presenta a la realidad, que viste con telas de orgullo, sus labios peinados de victoria y de tu derrota.
En un hueco incomprensible te deslumbras, te desnudas sin remedio, mientras un nudo familiar se encaja en la garganta. Deseas ser diferente, ser su imagen perfecta, sin poder caer en el error. Todo esto cuando finalmente tus ojos se abren y se encuentran con tu realidad. Una realidad, nada es lo mismo. Supongo que todos en algún punto de nuestras vidas debemos caer en el abismo.
Pasan noches de sollozos, risas escondidas, palmadas amigables, lágrimas profundas, recuerdos que dominan y arrepentimiento. Sobretodo aparece el arrepentimiento. Te incita a olvidar, pero te recuerda lo que fue, lo que pudo ser, lo que pudiste haber evitado si nunca hubieras conocido al otro.
Es fiel amigo del masoquismo, porque lloramos al perder la costumbre, al recuperar la distancia y al notar que nada de lo que imaginabas fue convicto de tu realidad.
Pero con el tiempo se comienza a ser fuerte, y la indiferencia, sensata e inepta, se convierte en tu mejor aliado. Frente a la derrota, se acepta esta realidad diferente, que no se puede alterar. Nuestra realidad es que a pesar de todo, siempre caemos en este ciclo. Conocemos a alguien, confiamos, nos envolvemos entres sus brazos peculiares y el final termina siendo igual. Por esto es que nos cuestionamos si caemos bajo el poder del amor o la idea y el deseo del amor mismo. En un tiempo dado, detestamos todo lo que tenga que ver con ello, nos creemos impotentes, nos rebajamos a niveles insuperables para darnos cuenta que solo fue más que otro desamor en nuestra vida. Ni el primero, ni el ultimo ya que por alguna razón siempre terminamos en lo mismo, quizás con personajes diferentes, con situaciones similares, con versos que prometen, otros que comprometen y otros que son claros.
Seres emocionales, seres especiales. Así somos. Nacemos para sentir, disfrutar, pensar, amar.
Quizás en un momento dado sintamos que no existe otra alternativa y que herir a otros seres es normal, pero nadie merece ser herido a causa de nuestras malas experiencias. Sino alternamos su proceso de amar también, ¿no? Herimos porque somos heridos y aquel que nunca ha sido herido queda marcado para herir por alguien que lo hirió.
Siempre nos encontraremos con situaciones que no funcionarán, con caricias y momentos para recordar, pero nada hermoso dura para siempre y así mismo es la vida. No debemos sentirnos mal al concluir una etapa de nuestra vida, de las experiencias se aprende y es necesario uno lastimarse para aprender a curarse, a caerse para levantarse y a chocarse para recordar que no se debe cruzar por dicho lugar. Ser lastimado no es excusa para lastimar, ser querido de alguna manera u otra si es justificación para enseñar a querer a los demás.